Nacer de agua y del Espíritu
“En verdad, en verdad te digo que el que no nace de agua y del Espíritu no puede entrar en el reino de Dios”. Estas son las conocidas palabras de Jesús a Nicodemo en Juan 3:5. Ahora, ¿qué nos está diciendo el maestro? Aunque la Biblia no nos explica claramente lo que Cristo quiso decir, a lo largo de los años han surgido distintas interpretaciones. Una de estas interpretaciones es que el termino “nacer de agua” hace referencia al parto natural, y la alusión al nacimiento del Espíritu nos habla de la necesidad del nuevo nacimiento en Cristo. Tiempo atrás volví a escuchar un sermón sobre la mujer Samaritana, y el Señor comenzó inquietar mi mente sobre la conexión que había entre el agua de la que Jesús le habla a ella y de la que le habla a Nicodemo. Cuando la mujer Samaritana le pregunta a Jesús el porqué le pide a ella que le dé agua de beber, Él le contesta: “Si tú conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: “Dame de beber”, tú le habrías pedido a Él, y Él te hubiera dado agua viva”, Juan 4:10. En los versículos 13 y 14 Él abunda: “Respondió Jesús y le dijo: Todo el que beba de esta agua volverá a tener sed, pero el que beba del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás, sino que el agua que yo le daré se convertirá en él en una fuente de agua que brota para vida eterna”.
En el original, la palabra griega que se utiliza para “agua” en este pasaje es “hydor”, que significa agua que viene de cualquiera de los depósitos de la tierra; y la palabra usada para “viva” es “zao” proveniente de la raíz “zoe” que hace referencia no solamente a la vida temporal sino también a la eterna. Hay otros pasajes que utilizan las mismas palabras y pueden ayudarnos a entender mejor lo que Jesús estaba diciéndole a Nicodemo y a la mujer Samaritana. Apocalipsis 7:17 nos dice: “pues el Cordero en medio del trono los pastoreará y los guiará a manantiales de aguas (hydor) de vida (zao)…”. Apocalipsis 22:1 es aún más especifico: “Y me mostró un río de agua (hydor) de vida (zoe), resplandeciente como cristal, que salía del trono de Dios y del Cordero”. La analogía del agua para la salvación no era algo nuevo para los Judíos. En Isaías 12:2-3 encontramos lo siguiente: “He aquí, Dios es mi salvador,
confiaré y no temeré;
porque mi fortaleza y mi canción es el Señor Dios,
Él ha sido mi salvación. Con gozo sacarás agua
de los manantiales de la salvación”. Y Jeremías 2:13 nos dice: “Porque dos males ha hecho mi pueblo:
me han abandonado a mí,
fuente de aguas vivas,
y han cavado para sí cisternas,
cisternas agrietadas que no retienen el agua”. Nacer del Espíritu es más fácil de entender. Jesús envió al Espíritu (Juan 16:7), el Espíritu de verdad (Juan 14:16), y es este Espíritu quien nos convence de nuestra culpabilidad y necesidad de reconocer a Cristo: “Y cuando Él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio; de pecado, porque no creen en mí…”, Juan 16:8. Nicodemo era un fariseo, estudioso de la Palabra, y la mujer Samaritana era enemiga de los Judíos. Aunque los dos casos son diferentes, ambos tienen algo en común: ellos no entendían que Jesús era el Mesías. Es interesante ver cómo Jesús trata a cada uno de manera diferente. A la mujer, que tenía conocimiento limitado de la Palabra, Él no la estimuló a escudriñar su conocimiento como hizo con Nicodemo, sino que buscó lo que ella conocía y entonces fue más directo ”Vosotros adoráis lo que no conocéis; nosotros adoramos lo que conocemos, porque la salvación viene de los judíos…”, Juan 4:22. En los versículos 25 y 26, la mujer le dijo: “Sé que el Mesías viene (el que es llamado Cristo); cuando Él venga nos declarará todo. Jesús le dijo: Yo soy, el que habla contigo”. La respuesta de esta mujer fue ir al pueblo para traer la gente a donde Él; quien ella creía era el Mesías. El trato con Nicodemo fue distinto. Jesús lo estimuló a escudriñar las Escrituras, lo que él ya había estudiado. Nicodemo le responde: “Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro, porque nadie puede hacer las señales que tú haces si Dios no está con él”, Juan 3:2. Jesús le explica que él tiene que nacer de nuevo, y cuando Nicodemo no lo entiende Jesús le dice en el versículo 5: “En verdad, en verdad te digo que el que no nace de agua y del Espíritu no puede entrar en el reino de Dios”. Y cuando Nicodemo le sigue preguntando, porque todavía no lo entiende, Él le contesta en versículo 10: “Tú eres maestro de Israel, ¿y no entiendes estas cosas?”. El capítulo termina sin dejarnos saber qué pasó con él, dándonos la impresión de que su reacción no fue tan inmediata como la de la mujer Samaritana. Pero en Juan 19, en el entierro de Jesús, podemos ver que Nicodemo trajo cien libras de una mezcla de mirra y aloe, para poner al cuerpo de Jesús. ¡Esta es la cantidad usada para enterrar a un rey! Dios, el omnisciente sabía exactamente lo que cada uno necesitaba, y todavía hoy sabe lo que cada uno de nosotros necesitamos. ¡Su trato es individual y personal! Como no hay nada nueva bajo el sol (Eclesiastés 1:9), para nosotros esto tampoco es nuevo. De hecho, tenemos más conocimiento de lo que ellos dos tenían. Sabemos que el agua nos limpia, y también conocemos que todos hemos pecado, y que es necesario buscar el perdón de nuestro Dios. Hebreos 10:22 nos dice: “acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, teniendo nuestro corazón purificado de mala conciencia y nuestro cuerpo lavado con agua pura”. Esta agua pura es el Verbo mismo, Cristo Jesús; y Él ha dejado Su corazón plasmado en Su Palabra, y nos dejó el Espíritu Santo para guiarnos. Efesios 5:26 nos habla del sacrificio de Jesús por la iglesia “…para santificarla, habiéndola purificado por el lavamiento del agua con la palabra”. Él pagó el precio por cada uno de nuestros pecados, “… hecho está. Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin. Al que tiene sed, yo le daré gratuitamente de la fuente del agua de la vida” (Apocalipsis 21:6) Dios es el mismo ayer, hoy y siempre (Hebreos 13:8), y cuando lo buscamos encontramos un hilo conductor que comenzó en Génesis y no tiene fin. Su palabra tiene profundidades y riquezas que solamente se encuentran al escudriñarla. Mi deseo es que Él despierte en nosotros el amor por estudiarla, escudriñarla, aplicarla y luego compartirla con otros.
https://www.coalicionporelevangelio.org/articulo/nacer-de-agua-y-del-espiritu/
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